“ENSEÑAR EN LIBERTAD, EMPODERAR A LOS DOCENTES”
Desde 1994, los docentes venimos celebrando cada 5 de octubre nuestra efeméride, marcada en el calendario por la UNESCO: el Día Mundial de los Docentes.
En 2017, el Día Mundial de los Docentes tendrá como lema “Enseñar en libertad, empoderar a los docentes”, haciéndose así eco del tema de la edición de 2015, la cual había quedado definida con motivo de la aprobación en septiembre de 2015 de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en los que se reafirmó que el empoderamiento de los docentes constituye una verdadera prioridad entre todas las estrategias de desarrollo educativo.
Estamos aún lejos de alcanzar un auténtico empoderamiento. Similarmente, tampoco parece que estemos cerca de conseguir un sistema educativo estable, igualitario, inclusivo y de calidad, así como la mejora de nuestras condiciones sociolaborales. Pese a haber avanzado en este camino, desde que empezó la crisis hemos sido testigos de cómo nuestros avances y logros volvían a ser de nuevo asuntos pendientes para la dignificación de nuestra labor.
En cuanto al gasto público en educación de nuestro país, un 4’3%, continúa siendo inferior a la media de nuestros países vecinos. Esto se traduce en aumento de ratios de alumnado por aula, reducción de plantillas, desaparición de planes y programas, incremento de carga lectiva, recortes salariales y, en definitiva, un deterioro de la calidad educativa y de nuestras condiciones sociolaborales como docentes.
Si nuestro Gobierno no prioriza el gasto público en educación, una de las herramientas de progreso social más importantes de las que disponemos, no será posible hablar de empoderamiento docente.
Reconocemos el hecho de que en Andalucía contamos con 2.676 nuevos docentes en el presente curso escolar (de éstos, la cifra concreta para Córdoba es de 268 docentes); a ello se añade una reducción del alumnado de 4.285 escolares menos. El tomar en consideración estas cifras nos lleva a pensar que si, debido principalmente al descenso demográfico, se da una disminución del total de alumnado, consecuentemente las ratios también habrán disminuido; sin embargo, no es el caso. Las ratios siguen siendo las mismas y los problemas de fondo siguen estando presentes. Nos preguntamos qué va a pasar a corto y medio plazo con la natalidad y cuál es el problema de fondo. Necesitamos analizar verazmente las posibles causas, efectos y soluciones de esta problemática.
En Educación, pues, encontramos problemas sin resolver enquistados durante años. Y, si a la problemática mencionada se añade la serie de recortes que hemos sufrido en los últimos años, el conjunto presenta un panorama equidistante de una calidad educativa y de un empoderamiento del profesorado.
Carecemos todavía de un Pacto Educativo por motivos políticos, ya que a unos y a otros no les interesa alcanzar un acuerdo. De esta manera, los docentes debemos enfrentarnos todos los cursos escolares a la incertidumbre sobre el futuro, a nuevas obligaciones sin definir claramente y novedades que no terminan de concretarse.
Las ratios de aula no se reducen, los refuerzos y apoyos son insuficientes y las bajas no se cubren desde el primer día –esto último es fundamental, ya no sólo para la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino porque nuestro alumnado tiene derecho a recibir una atención de calidad a cargo del erario público–.
Un debate que permanece sin abordar profundamente es el estado del Sistema Público de Enseñanza (pública y concertada), cómo se ha modificado en los últimos treinta años y los cambios de normativa que no afectan coherentemente a los diversos factores intervinientes en el sistema.
Resultan preocupantes en España las altas tasas de abandono escolar y fracaso educativo entre nuestros jóvenes. Reclamamos que se realice un análisis comprehensivo y honesto de los aspectos que deben mejorarse que conduzcan de manera realista a las posibles soluciones.
Entre 2009 y 2013 los docentes españoles hemos visto reducido nuestro salario en cerca de un 13%. El ligero aumento del 1% aplicado para este año no llega a producir un efecto significativo en nuestro poder adquisitivo, que está lejos de recuperarse; a la pérdida económica se suma el detrimento de nuestras condiciones sociolaborales. La realidad del docente en su trayectoria por el sistema educativo es la carencia de una carrera profesional digna que nos incentive y reconozca nuestra labor.
No pretendemos, a estas alturas, abordar aquí el asunto del bilingüismo o del plurilingüismo, lo que sería un debate harto prolijo y que nos llevaría a vueltas con la cuestión básica de si realmente nuestro sistema educativo está preparado para afrontar este reto.
En conclusión, podríamos seguir enumerando los grandes problemas e incertidumbres a los que nos enfrentamos en nuestro día a día; pese a todo, perseveramos en realizar nuestro trabajo con la mejor calidad posible, en continuar formándonos a costa de sacrificio personal y en suplir nuestras carencias de formas creativas; en suma, esforzándonos siempre por ser mejores profesionales.
Las carencias fundamentales que se han expuesto nos hacen ver lejano el empoderamiento de los docentes como un logro a corto plazo. Es imprescindible que las Administraciones competentes den una prioridad clara a la educación, impulsando medidas de inversión y mejora que posibiliten un avance sustantivo del sistema educativo para hacer frente a los desafíos que nos plantean los nuevos tiempos.